Yo que soy muy dado a las conmemoraciones, no puedo dejar de
pasar una fecha tan señalada en el calendario para mí como es el día de
Andalucía. Un día especial, donde evoco con cierta añoranza los rincones y
momentos que he tenido la oportunidad de vivir en esta tierra desde mi niñez.
Hablar de Andalucía para mí es hablar de momentos de la
infancia. Me vienen a la memoria las celebraciones que hacía en el patio de
colegio cuando apenas tenía 9 años. Para recordar aquel día hacíamos un pequeño
homenaje a nuestra tierra que consistía primero en un desayuno típico a lo
andaluz. Una “tostaita” con un “chorreonsito” de aceite de oliva y
azúcar endulzaban la mañana.
Trascurrido el desayuno, llegaba el momento más intenso que
se vivía todos los 28 de febrero. Era entonces
cuando se elevaba en un pupitre verde del patio del colegio Don Santiago, el
profesor de música del cole, que aún lo recuerdo como si hubiese sido ayer, dirigía
con su batuta a todos los pequeñajos que allí nos encontrábamos para que todos cantáramos
el himno de Andalucía. Se ponía serio y
riguroso, poniéndole empeño y entusiasmo para tratar de transmitirnos la fuerza
que aquellas palabras nos querían decir y que de alguna manera marcaron el
resto de nuestra vida.
Por aquel entonces no entendía demasiado bien el significado
de aquellas palabras que recitaba aquel profesor con tanto énfasis. “Andaluces
levantaos”. Ahora con
unos añitos más entiendo el significado de esas palabras. Si algo nos caracteriza
a los andaluces es precisamente en levantarnos y luchar contra las adversidades ya sea en
nuestra tierra o en cualquier otra para demostrar esa fortaleza forjada en años
de historia y batallas varias.
En esta fiesta donde conmemorabamos el día de Andalucía
también portaba mi estuche con colorines para pintar la bandera y trataba de
esmerarme con cuidado y sin salirme del trozo de papel para colgarlo con orgullo
en la pared de la clase. Escogí dos colores que me iban a marcar por siempre,
el verde y el blanco. Para mi todavía simbolizan recuerdos, pureza y un cúmulo de sensaciones díficiles de describir en palabras..
Esos colores iban a teñir por siempre mi alma de una forma
distinta de ver las cosas. Sin quererlo iba pintando a lo largo de los años un
respeto por una tierra trabajadora. También aprendí nuestro pasado andalusí, la
tierra de las tres culturas por excelencia. Cuna de grandes filósofos,
historiadores, poetas y músicos que sentaron sus cimientos en Andalucía y todos
fuimos recompensados por un legado insustituible. También conocí con el tiempo
la belleza de mi Córdoba, las ruinas romanas, el mestizaje y una manera de
vivir distinta, tan criticada y envidiada a la vez.
Con el tiempo
aprendería que esos colores simbolizan una forma de entender la vida, llena de ilusiones
y un deseo que cumplir. Hoy, 15 años después de aquel día, confío en que algún niño como yo por aquel entonces coja sus lápices y vuelva a pintar la bandera
de blanca y verde Seguro que como yo hace algunos años jamás olvidará este día…
¡¡FELIZ DÍA DE ANDALUCÍA!!
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