Llevo bastante tiempo sin escribir una sola linea para el blog. ¿El motivo? Podría decir que he estado ocupado entre exámenes y las prácticas, pero la realidad es que no encontraba fuente de inspiración, para qué engañarnanos.
Pero desgraciadamente el fallecimiento de Amy Winehouse me ha removido por dentro para retomar esto del ratón y el teclado que habia dejado de lado. Y lo que siento es rabia. Rabia porque me cuesta entender que con 27 años -edad maldita en el mundo de la música- falleciera una de las mejores voces negras, curiosamente entonadas por una mujer blanca, aunque educada entre los maestros del soul y el jazz.
Rabia al ver el espectáculo en el que se ha convertido la noticia. No es nada nuevo que cada vez los medios se centran en un sensacionalismo, pero la muerte de Amy Winehouse tenia todos los ingredientes. Especulaciones, drogas y escandalos. El País, diario considerado como serio, publicaba en su web la foto del cadáver envuelto de Amy Winehouse, misma imagen que el sensacionalista The Sun.
Y más rabia siento aún cuando esta muerte pone en relevancia los aspectos más oscuros de esta sociedad de consumo. Aquella que siente cierto regusto por personajes que se salen de la norma y tienen vidas escandalosas, aunque después desprecien a cualquier drogadicto que se crucen por la calle. Rabia de ver como esta sociedad hace un espectáculo de su vida para cuestionarlo mientras se enriquecen con sus miserias. Finalmente, cuando el personaje no da más de si, el personaje se tira a la basura porque ya no interesa. Como si fuera un producto, asi fue tratada Amy Winehouse,o al menos, así me lo parece a mí.
Pero si sigo así no conseguiré nada, más que cabrearme. Prefiero rendirle homenaje desde este pequeñito espacio abierto al mundo. Aún guardo en el recuerdo cuando la ví en un concierto en Madrid, con su austero escenario decorado sólo con su nombre y un coro. No necesitaba grandes efectos, Amy era ella y su voz, aunque creo que se mezclaron tan bien que nadie supo diferenciar entre la artista y la persona. Rescató para los más jóvenes un estilo que parecia olvidado y lo adaptó a los nuevos tiempos. Sus letras, por lo general, eran desgarradas, algo poco frecuente en la música ligera. Y ella lo hizo. Fue cruda y sincera, hablaba sin tapujos de noches olvidables, amantes y con demasiada frecuencia, de la soledad.
Pero por encima de todo nos queda sus canciones y su recuerdo. Espero que eso no se atreva nadie a mancharlo. Amy, va por ti.