miércoles, 3 de noviembre de 2010

Historia de un lunes no muy lejano

En un lunes no muy lejano de una vida cualquiera, tu cuerpo se levanta rápido y tu mente se despierta con la misma torpeza. No sabes exactamente a qué ni por qué lo haces, pero no dudas en cambiarte y ponerte tu uniforme. Lamentablemente no dispones de tiempo para pensar que te tienes que poner. Vas a toda pastilla, coges un bollo industrial y un batido de tu frigorífico, ya te lo tomaras en la calle.

Tu vida se cuenta por minutos. Llegas a la primera boca del día, sin embargo todo parece frio y distante. Aunque no  vas como el resto, si te sientes como el resto. Miras sin fijarte a los demás y te sientas esperando el próximo tren hacía tu destino.

Llegas tarde, pierde tu criterio y empuja a la gente si ves que se cierran las puertas y tu no logras meterte en el vagón. ¿Qué hora es?, Mierda, esta vez vas tarde de verdad. Miras a tu alrededor y por más que tratas de encontrar algún gesto de humanidad, no ves nada. Todo el mundo puede ver, pero realmente parecen cegados.
El reloj no cesa. Son las 8:03, demasiado tarde para la maldita tarjeta que te controla a diario.  No llegas a tiempo para fichar. Una máquina te sancionará y te advertirá de tu reprochable comportamiento.  Hoy no es un gran día para ti. Te pones manos a la obra y miras a tu alrededor. Se te había olvidado saludarlos,
aunque realmente no sabes si lo haces más por automatismo que por cortesía. 

Por fin tienes visita. El encargado empieza a calentarte la cabeza, esta pieza no va aquí, este informe no es así. Te sientas como un cero, como los pocos ceros que tiene tu nomina. Todo se te hace como una nube en la cabeza e intentas despejarte de alguna forma. Será mejor que tomes un café. Te das cuenta que ya no está aquella camarera tan simpática con la que entablabas relación en tu tiempo de descanso. La han sustituido por una fría máquina, que si bien no se equivoca en el cambio no te resulta nada atractiva.

Ensamblar y atornillar hasta volver a empezar. Una y otra vez hasta llegar a 1000. Bien, es la hora de irse pero no sabes por qué, no puedes parar, parar, parar. Y tú te respondes, ¿por qué? No puedes parar de hacerlo. ¡Dios!, necesitas tomarte un respiro definitivamente. Son las 7 de la tarde, dos horas más de lo previsto pero esta vez la jodida máquina no pita. Se le debe haber agotado la batería. Te encuentras a la salida con un viejo periódico de la mañana, y piensas si cogerlo o no. Después giras la cabeza y desechas la idea. En realidad te la pela lo que pase en el resto del mundo.

Vuelves a casa y el cansancio se cierne en ti. No puedes evitar quedarte dormido frente al televisor. Mierda, ha sido todo un jodido sueño. Suena el despertador, son las 7 de la mañana de un martes no muy lejano…

Estopa_ Pastillas de frenos

3 comentarios:

  1. Me encanta, has inmortalizado mi vida en esas palabras, se nota que tienes buena pluma
    me hace ver muchas cosas.. que nuestra vida es una pura rutina.. pero tb.. QUE EXISTE EN FIN DE SEMANA PARA SER PERSONAS !!! jejeje

    un beso

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  2. Marcos Moreno Orellana22 de noviembre de 2010, 14:46

    Increible,Jaime!

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